Siempre me gustó hacer ejercicio: Jugar fútbol, voleibol, básquet, cualquier actividad muscular era buena en las tardes cálidas de mi ciudad o en los terrenos diminutos de mi colegio. Poco a poco a medida que fui creciendo, estas actividades pasaron de ser primarias a secundarias. Los bailes en las noches arrebatadas de mi Cali, fueron borrando los sueños del niño futbolista y deportista que habían existido. Sin embargo el gusto por salir a correr jamás se borró. Trotar exprimía energías de mi ser que si se quedaban dentro lo mas seguro era que terminaran siendo utilizadas en otros menesteres. Correr era el momento de sentir que podía hacer cosas que otros no podían. Jamás perdí una corrida colegial, y ya de adolescente y a pesar de las largas noches, el trotar era una costumbre diaria. Hoy, dedicado a la vida familiar donde los días libres los paso al lado de mis tres grandes tesoros y donde las noches largas se convirtieron en utopías del sueño. Sigo teniendo el mismo “