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La Maldición de Falcioni



De Julio Cesar Falcioni, en su época como arquero se llegó a decir que era mejor y que la única razón por la cual no era tenido en cuenta en su selección era porque jugaba en Colombia.
Falcioni arrancó su carrera, como arquero, en Vélez Sarsfield. Grandes actuaciones que lo catapultaron al que, en su momento, fue el club más poderoso de Suramérica: El América de Cali. Allí llego en 1981 y fue titular indiscutible en 364 partidos. Salió Pentacampeon con América en el fútbol colombiano entre 1982 y 1986 y fue finalista de la Copa Libertadores tres años consecutivos  entre 1985 y 1987.

Falcioni era de esos arqueros “ganapartidos” odiado por sus rivales y amado por su hinchada. Cuanta la leyenda que este hombre era tan importante en su club que se le permitía fumar en el vestuario en los entretiempos de los partidos que disputaban. Solo se le pedía que lo hiciera en las duchas para no molestar al resto. Falcioni fue un arquero curtido, de mil batallas, que de la mano de Gabriel Ochoa Uribe se convirtió en el bastión principal de un conjunto, que no pudo con su más preciado sueño: Ganar la Copa Libertadores de América.

En 1985, el América de Falcioni ganó su grupo clasificatorio ante Cerro Porteño, Millonarios y Guaraní, después ganaría el derecho a jugar la final al quedar primero del triangular semifinal en el que derrotó a El Nacional de Ecuador y a Peñarol. Esa primera final de Falcioni con el América se terminaría en partido de desempate jugado en Defensores del Chaco en Asunción. Tanto en Cali como en Buenos Aires el local ganaría 1-0 por lo que se forzó aquel tercer partido que se decidió con tiros libres desde el punto penal. 5-4 ganaría la serie Argentinos Juniors coronándose campeón de América. Todavía se recuerda el penal desperdiciado por Anthony de Ávila que fue atajado por Vidalle y el acierto final de Mario Videla para coronar a los de la Paternal.

En 1986, el América de Falcioni volvió a ganar su grupo clasificatorio, esta vez al Deportivo Cali, Cobresal y la Universidad Católica. Siguió adelante su camino y chocó en la final de esa edición con un River Plate comandado por el Beto Alonso y que contaba en el frente de ataque con un goleador de raza, un goleador de época: Juan Gilberto Funes QEPD. River ganó claro con victorias en Cali 2-1 y en Buenos Aires 1-0.

En 1987, América logró la hazaña de ser finalista de la Copa por tercer año consecutivo. Esta vez el Peñarol seria el rival a vencer. Nuevamente los equipos tuvieron que jugar un partido de desempate. El estadio Nacional de Santiago fue el escenario. Con el empate, el América era campeón, pero al minuto 120 cuando ya se jugaba tiempo de descuento y en Cali todo el mundo se alistaba para la celebración. Diego Aguirre sacudió la pelota y la emboco en los tres palos. Falcioni nada pudo hacer. Todavía se recuerda la impotencia del arquero argentino estirado en la alfombra verde del estadio Nacional, la cara de frustración y resignación del derrotado.

Y la maldición para Julio Cesar Falcioni aun no se borra. Como técnico ha tenido ya relativo éxito en su país. Salió campeón con Banfield y Boca Juniors y a pesar de que el fútbol que practican sus equipos no es el más exquisito, hay que valorarlo pues no todo el mundo sale campeón en un torneo tan complicado y competitivo como el argentino.

Falcioni aprendió muy bien las lecciones de su gran maestro: Gabriel Ochoa Uribe que manejaba muy bien el concepto de que si se tiene un buen arquero se puede dormir tranquilo. Un equipo se arma de atrás para adelante y para ganar se necesita un gol y que el rival no marque. Concepto futbolero un poco amarrete pero que le ha funcionado incluso a selecciones nacionales.

Y Falcioni tuvo la oportunidad nuevamente con la esquiva Libertadores, su equipo Boca Juniors llego a la final de la versión 2012 para enfrentar al Corinthians de Brasil. El Timao jamás había jugado esa instancia y se preveía que un Boca que tenia en sus filas a excampeones como Riquelme, Schiavi o Clemente Rodríguez pasaría por encima gracias a su experiencia y sus blasones. Pero no fue así, el cuadro brasilero fue y saco un empate en la Bombonera y en casa marco diferencia ganando el partido 2-0 y coronándose por primera vez campeón de la Copa Libertadores. Falcioni no lo podía creer, otra vez esa copa la tuvo tan cerca, otra vez esa copa la pudo tocar, otra vez esa copa la pudo sentir. Pero otra vez esa copa se le escapó de las manos. Como dirían sus propios hinchas refiriéndose a sus vecinos que acaban de subir de la B. “Falcioni sigue participando”.

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