Suena horroroso, lo sé. Sobre todo para mis compatriotas, chilenos, el título de esta reflexión encierra muy poco decorosos significados. Sin embargo, me niego tajantemente a decirle vuvuzela a la famosa corneta que nos ha enfermado de los nervios a todos desde que arrancó el Mundial. ¿Y saben el por qué mi obstinación? Porque no se trata de un instrumento especial que se llame vuvuzela, sino que simplemente la palabra zulú para corneta es esa, vuvuzela. Es lo mismo que esa manía de los reporteros de llamar "tifossi" a los hinchas italianos y "torcedores" a los brasileños, como si fuese una especie distinta de seguidor del fútbol, cuando nada más se trata de la palabra en ese idioma que denomina a los fanáticos... Nunca, por ejemplo, he visto que llamen "miłośnicy" a los aficionados polacos ni "tilhenger" a los noruegos... Así que, de ahora en adelante, por favor, digámosle corneta a la corneta.
Y cuantas pesadillas no me ha traído el ya mencionado instrumento de viento en este periplo mundialista. Me tocó ver el histórico segundo triunfo de Chile en Sudáfrica 2010 y cuando el reloj marca la medianoche aquí, aun tengo algo que me retumba en el oído y se niega a desaparecer. Y es, más encima, anti futbolístico el bendito aparatejo. Es algo así como la impresentable "cuauhteminha" que hace el mexicano Cuauhtemoc Blanco... Es decir, con el fútbol, nada que ver. Y cosa curiosa, pero acabo de ver en las noticias que en China fabrican más o menos 10 mil cornetas al día...Pero ya basta. Es todo lo que diré de las cornetas famosas. Así lo he vivido este mundial: Fútbol a lo hincha.
Me voy ahora a dormir. Me toca cruzar nuevamente de punta a cabo este país, gracias al capricho del sorteo. No tengo muy claro cómo llegaré a Pretoria, pero ya veremos. Por ahora, me voy a la cama con una sonrisa en la cara y con la esperanza de poder erradicar de mi cabeza el insoportable rebuzno de las cornetas.
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